En ambas técnicas, su valor está en los detalles

Nos encantan los dos por igual, tan opuestos y tan complejos los dos.

El surrealismo, normalmente basado en sueños e imaginaciones del artista plasman flashes, destellos, pensamientos y deseos del artista.

Son cuadros muy complejos donde al verlo puedes sentir exactamente lo que el artista sentía, o por el contrario, una marea de sentidos totalmente opuestos ya que esta pieza surrealista es un enlace entre los sentimientos gráficos del artista y el mundo real.

Cuando una persona diferente observa el cuadro, realiza el camino opuesto. 

Empieza por observar la plasmación final física que le llevará a imaginar o a sentir en su interior, y ese recorrido inverso está condicionado por el estado de cada persona, ya sea sentimental, físico o de las situaciones personales de cada uno.

En el realismo es diferente.  Se pretende ser objetivo. Plasmar físicamente lo que también proviene de lo físico. El observador verá lo que exáctamente veía el artista. Como una fotografía pero con todo el valor añadido de la dificultad de la obra.

Es impresionante el acabado de algunas obras realistas, como un trazo humano con una tabla de colores limitado puede imitar la realidad de esta forma, realidad compuesta por infinitos tonos, colores y luces.