La Playa del Puma Solicitar información

Está llenando. El aire tiene sabor a salitre. Planto el caballete en un llano, y contemplo,  cómo las olas se rompen contra el peñasco de la orilla. Chorros de espuma se elevan en el aire. El cuerpo de la ola se torna de cristal transparente. El último reflejo de la tarde se cuela en la cresta que está a punto de reventar.  Y de pronto, el instante mágico quedó sobrecogido de excitación. Un puma descendía cauteloso por el acantilado de la izquierda. Se detuvo en el espejo del agua apresada entre las rocas, donde se mira el paisaje. Probó el agua salada y sacudió la cabeza. Le dejamos un plato con agua fresca en el mismo lugar donde había estado pintando.